miércoles, 12 de diciembre de 2007

Pulcro demonio lesbianico

En aquella helada noche solitaria como usualmente se presentaba, triste y enceguecida por mi falta de estima, una dama de negro entró a mi cuarto protegida por las sombras. Tocó mi rostro con su mano huesuda, y con coquetos parpadeos me dijo "¿Quieres ser mi princesa por una noche?"
Temerosa le respondí "Yo no puedo ser princesa, si no tengo sangre real"
"Sangre real... Yo te haré sangrar", y sujetando mis manos como tal dominatrix me regaló un beso obligado, húmedo, repugnante, como esos donde la lengua juega un papel importante y la respiración se corta de forma abrupta. Era el beso y mordisco de una vampireza.
Tocó mi cuerpo con desesperación, recorriendo cada centímetro de piel, ultrajando la virginidad que dios me entregó y restregando su piel contra la mía y la cama, se retorcía como una culebra, envenada en placer mientras absorbía mi mente, mi inocencia y mi vida...
Esta doncella jamás tocada por hombres, fiel a sus principios, fue instruida en el arte del coito por una mujer, una víbora, el demonio vestido como dama de negro...
Saber que eres la muñeca de trapo de aquella niña descuidada, es frustrante; pero poco a poco le vas perdiendo el asco, el repudio y comienzas a encontrarle cierto encanto, agrado, placer, deseo... vicio, cayendo en un círcuito sin final.

Te ha contagiado y ahora eres tú quien busca una princesa para liberar esa sed de sangre.
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